Han pasado más de 20 años desde que me inicié en el mundo de la montaña, y desde esos primeros días empiezas a descubrir en libros y revistas las altas cumbres del Himalaya, empiezas a escuchar y leer nombres como Nepal, Everest, montañas místicas y de más de 8.000 metros de altura. Cada vez que lees algo o ves alguna foto de estas cumbres llenas de misterios, tu cabeza vuela miles de kilómetros hasta esos parajes de culturas y personas llenas de un misticismo que nos parece tan atractivo.
Luego escuché más de cerca las experiencias de uno de mis mentores y amigos, Martín quien ha participado en varias expediciones a Nepal, sembró en mí el deseo de viajar a ese increíble lugar.
En julio del año pasado, se me plantea la oportunidad de ir, además como guía a este lugar increíble. Quizás no a escalar las paredes más impresionantes ni las montañas más altas, pero si la oportunidad de estar entre esos grandes colosos y el de compartir y aprender de las personas que habitan sus valles.
El viaje se inició en Bogotá, donde estaba residiendo, escala en Miami, y un largo vuelo de unas 15 horas hasta Qatar, de allí a Katmandú. Ya el resto del grupo había llegado, y llegué para el desayuno. Como siempre, ese día dedicado a ubicar las últimas cosas para nuestra travesía y los ascensos, en lo personal luchando con el Jetlag y el caos de Katmandú. Al final del día tener la oportunidad de presenciar una ceremonia de cremación, ya te dan la entrada al contraste cultural en el que nos íbamos a adentrar.
Al día siguiente, de corridas al aeropuerto, por suerte teníamos el apoyo de una agencia local, porque entre el caos de varias expediciones saliendo al mismo tiempo, toneladas de equipos, entre unas y otras y el no hablar el idioma, creo que quizás no hubiésemos podido abordar el avión con destino a Luckla ese mismo día. La experiencia de aterrizar en Lukla, es increíble, literalmente es estrellar el avión contra la montaña de manera controlada. Allí esperamos nuestra carga y ya estaban nuestros sherpas esperándonos, tanto los que nos iban a servir como guías, como los porteadores, quienes nos ayudarían en el traslado de nuestras cosas durante casi todos los días de la travesía.
Apenas desciendes del avión en Lukla ya te encuentras dentro de los increíbles valles de esta zona de Nepal. A pesar de la cantidad de turistas que transitan por la zona, los Sherpas, conservan sus tradiciones, su vestimenta, y algo increíble, es que el camino a pesar de ser un camino de transito de mercancías entre Nepal y Tíbet, no se observa ningún medio motorizado, solo personas caminando o Yaks, llevando incontables cantidades de mercancías entre un lugar y otro.
El camino recorre estos valles, pasando de pequeños poblados a otros, no se recorre más de una hora caminando sin alcanzar una pequeña aldea o poblado. Por la cantidad de turistas, tienes posibilidad de comprar cualquier cosa en estos poblados, casi que cualquier antojo, desde chocolates y golosinas hasta cervezas y otras bebidas.
Llegamos a Namche, continuando con nuestro proceso de aclimatación, luego Khungung, Tengbohce, Periche, Lobuche, Gora Shep, caminando ya en el valle del Khumbu y rodeado de imponentes montañas como el Amadablam, el Thamsercun, Taboche y otras que no recuerdo los nombres. En nuestro camino hacia Kala Patar, paramos en Tengboche donde recibimos la bendición de un Lama, quien nos obsequió unos Kapas, y los mejores deseos en nuestro viaje.
Ya a partir del poblado de Lobuche, cambia el paisaje, ya es mucho más árido y pasamos ya al reino de la alta montaña, donde el paisaje que puede ser monótono, cambia abruptamente en cada alto que se alcanza, para regalarnos increíbles vistas de las montañas que nos rodean. Se puede visualizar el Lothse, el Everest y el Kanchengjunga, estas últimas con más de 8.000 metros de altura, 3 de los colosos de nuestro planeta. Además del imponente Nuptse. En Gora Shep tuve la oportunidad de conocer a una de las personas que admiro, en el mundo de la montaña, el Montañista Suizo Ueli Steck, quien estaba en proceso de aclimatación y preparación para el ascenso al Nuptse.
Luego de Gora Shep, salimos temprano, rumbo a Kala Patar, nuestra primera cumbre del recorrido. Cumbre, quizás modesta, para lo que tenemos en los alrededores, pero con una vista increíble de varios de los colosos de la tierra, el Everest con una vista increíble, el Lothse, Nuptse, Pumori y más a la distancia el Kanchenjunga y dije modesta, pero esta “pequeña” cumbre, tiene 5.656 metros de altura. Luego de este ascenso, descendimos y dimos por finalizado nuestro proceso de aclimatación, movilizándonos en un par de días hasta el campamento base del Lobuche, la cual sería la primera de dos de las cumbres que nos habíamos trazado.
El ascenso a esta cumbre, empezó como suelen iniciar muchos ascensos de montañas, en la madrugada, salimos de nuestro campamento y con los primeros rayos de luz estábamos alcanzando al base del glaciar, en ese momento nuestros sherpas, continuaron ascendiendo, casi que corriendo, para instalarlas cuerdas fijas, las cuales nos facilitarían el ascenso y el descenso de las zonas más empinadas de esta montaña. Todos alcanzamos la cumbre con un día increíble, el Lobuche tiene la particularidad de estar ubicado en un punto privilegiado que permite tener una vista de los alrededores increíble, como un mirador natural. Además con el increíble día que tuvimos fue un regalo increíble que nos hicieron las montañas.
Continuamos con nuestro viaje, descendiendo del Lobuche y su Campamento Base a la población de Chukung, donde nos tomamos un pequeño descanso, para continuar a nuestra siguiente cumbre, el Island Peak, quizás la más famosa de las montañas que se ascienden en la zona, ya se observa por la cantidad de gente que la intenta. Para el ascenso del Island, salimos igual de madrugada, pero ya era una larga procesión de gente que estaba intentado subir a esta montaña, en el camino, vas viendo igual como algunas personas desisten, por diferentes razones, incluso Patricia, desistió, por un malestar estomacal, luego Luis, decidió regresar por sus problemas de vértigo y solo Alberto logró alcanzar la cumbre, yo me quedé a unos escasos 70 metros, porque Mery, ya no podía subir un paso más. Pero como siempre he dicho, la cumbre es solo la guinda del pastel, lo que realmente me hace estar en las montañas y escalar, es la experiencia en si, el superar los retos y las experiencias vividas es lo que hace especial esta actividad.
El regreso, lo realizamos siguiendo nuestros pasos, pasando por los mismos lugares y quizás si despidiéndonos de los mismos, con esperanzas de regresar en cualquier otro momento de nuestras vidas a este lugar lleno de increíbles parajes y una cultura y una energía que te llenan más a nivel espiritual que físico, son experiencias como estas, las que te hacen dar cuenta de que en las montañas aprendemos a ser más humildes y a respetar todo el medio ambiente, como tienen estas culturas de los Himalayas desde hace milenios
Vive con nosotros la mágica experiencia de gritar “Cumbre” en las alta cima de una montaña.
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